Una gran colección de cactus de todo el mundo recortan el horizonte de este jardín. Dicen que el diseñador encontraba en estos jardines la inspiración y la musa para muchos de sus diseños. Realmente no es difícil imaginarse gasas o sedas estampadas con los colores y formas naturales que salpican el jardín. Una larga paleta de verdes, del pastel al hierba, añaden a las perfectas composiciones de volúmenes y texturas un orden y un matiz que transportan a la tranquilidad. Sentarse en uno de sus bancos y ver dejar caer la tarde, con la luz fundiéndose entre las espinas terciopelo, es una verdadera delicia. Y el punto y aparte de estos jardines, que los diferencian eternamente del resto de Marrakech es un azul tan intenso y vívido que por su propia singularidad ha adquirido ya el nombre de Azul Majorelle.
En un pequeño rincón hay un espacio dedicado al recuerdo del modisto francés.
Placa homenaje a Yves Saint Laurent en el Jardín Majorelle.